4αмσяєร

 
registro: 18-10-2013
...las mejores peores palabras te las dije yo...
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A diez mil kilometros de tus besos

¿Sabes?
Salvando las salvedades,
tú y yo podríamos ser magia.

No me hagas mucho caso,
se dice que no se piensa nada bueno más allá de las dos de la mañana ¿No?
Pues ya son las cuatro y media casi
y estoy aquí,
pero sin tu sonrisa de anuncio.

Igual debería ir anotando con una equis
(pequeña,
para que quepan muchas)
cada vez que fantaseo contigo
y que cada una valga un beso
a cambio de cada  kilómetro
que separa mi pecho del tuyo.

Que eso de la lucha de poder
o las peleas para ver quien manda
(en la cama)
o quien (no) lleva los pantalones
a mi no me suena tan mal,
ni lo veo un problema.

Porque sí cariño,
por absurdo que te suene,
te echo de menos.

Y no me vengas con esas de 'es imposible, tonta'
que sabes que no me gusta que me insultes,
tan bien como sabes que no me van las leyes
y que en tu caso solo respetaré las físicas.

Que te sueño tanto,
que ya es rutina despertarme y que seas el primer pensamiento al hacerlo.

Que tú y yo
(y sé bien de lo que hablo)
nos bastamos,
pero no nos sobramos.

Con-tratos (jamás leí la letra pequeña).

No sé si leímos las condiciones y términos de uso
de la distancia
antes de firmarlos
(ni siquiera sé si firmamos algo).
Tampoco sé si existe un manual de cómo sobrevivir
a los kilómetros
(y si lo hay, si existe, tampoco lo quiero),
como tampoco sé si debería escribirte esto.

Creo que nos saltamos todos y cada uno de esos pasos,
todas y cada una de las reglas,
y nos lanzamos así, sin más,
a ojos vendados,
a intentar darle un par de vueltas al mundo
para ver si nos ponía,
juntos,
en algún sitio.

Que yo “sólo quiero un  punto geográfico
donde poder encontrarte y donde poder perderme
contigo”.

Y eso, tú, no terminas de entenderlo.

Me vas a tener que perdonar por los errores no cometidos,
por las noches que te debo,
y por todos y cada uno de los besos que aún no he podido darte.
También lo vas a tener que hacer
por echarte de menos, más de lo que creía, a mi manera.
Y sigo sin entender cómo se puede echar de menos algo que no has tenido nunca.

También me vas a tener que perdonar por mis silencios
o los poemas (que suelen estar, alguna veces, de más).

Por las noches que no acaban en un “buenos días , mi cielo”
en tu cama.
Y, también, por no saber quererte a medias.
Que siempre he pensado que querer a medias
no es querer en realidad.
Que sabes que contigo me juego la vida
a todo o nada.

Que no ahí que tener miedo para enamorarse,
porque hay que tener el valor de dejar el orgullo a un lado
y ser capaces de romper nuestros propios esquemas,
nuestros propios límites y nuestras propias promesas de
“no lo volveré a hacer.
Una y no más”.

Y tú entraste en mi vida con pasitos cortos
pero decididos.
Y bueno, también has desplegado tus alas
y has revuelto un poco mi caos.

Pero no puedo obligarte a que te quedes
aunque sí te lo pienso pedir,
porque no me gusta que te vayas.
(No es que no me guste,
es que tampoco quiero que lo hagas,
que te vayas).

Y perdona si me tiemblan las palabras alguna vez
pero, para qué mentir,
hasta ahora tú has sido mi mejor “dulces sueños”.

Y sí, algunas veces me dan ganas de mandarlo todo a la mierda,
porque no veo en túneles a oscuras.

Y no sé,
esto no es una declaración de intenciones
ni tampoco se parece demasiado a un poema,
pero con nudos de dos lazos en la garganta
ya me dirás cómo  sobrevivir
sin reventar, que ya no es ahogarse
es algo más.


NO TE LO VAS A CREER...MI CIELO

-¿Si?qué susto... No te lo vas a creer, pero acabo de tener una pesadilla horrible...

Parecía eterna, de las que parecen verdad.  De repente desaparecías y todo se tornaba gris. Decías no se qué de la distancia, que necesitabas dosis de dolor para calmar tu sed de versos, que preferías tener razones por las que escribir.. antes que tenerme a mi y no poder hacerlo. 

Yo te escuchaba sin poder decir palabra y me quedaba ahí, con el corazón latiendo en una mano y las ganas de no soltar las tuyas en la otra, pero sentía amarte tanto.. tanto.. que no podía ni siquiera negarte eso: que te marcharas. Debía ser Abril, quizás verano, hacía muchísimo calor y yo no podía dejar de temblar. Escuchaba tus palabras sin ser consciente de que serían las últimas, palabras de adiós, de huida. Yo intentaba hacerte razonar, te decía algo de tu piel desnuda, algo de que quería tenerla toda mi vida junto a la mía. Te decía algo de tus ojos tristes, que qué haría yo sin ellos. 

Pero tu decisión ya estaba tomada. 

Y sabiéndolo, solo podía decirte que te cuidaras, que te cuidaras tanto como hubiese querido cuidarte yo. Que te esperaría eternamente, que pararía como fuese el tiempo y volveríamos a darle al play cuando tú quisieses volver a amarme. No te imaginas qué doloroso era todo. Yo tenía un puño en la garganta y el estómago en los dedos, no podía escribirte, ni hablarte sin sonar sin rasgarme el pecho. Te juro que la vida se me fue por las manos, todo parecía moverse tan a cámara lenta. 

Mis ojos fueron entonces cataratas de nostalgia después del último mensaje. 

Pero tú Poesía y yo estaba hecha de poemas, y como tales, tuvimos que sucumbir al drama haciéndonos una promesa, la promesa de esperarnos. Fue entonces cuando por primera vez  utilizaste un tono diferente... yo no sabía por qué vena me estaba desangrando, pero estaba dejando escapar mi sangre..

Luego te dije que te escribiría eternamente tu presencia en mi hasta el punto incluso de intentar hacerte daño.. y lo intentaba. De veras y lo siento que lo intentaba. Pero eran mis huesos los que se dolían y no los tuyos: los tuyos leían entre lineas que aun te quería.

Luego colgaste, y yo no pude moverme durante lo que me parecieron siglos. Lloré tu primera ausencia como se lloran las últimas y una lágrima inundo mi habitación, y fue el mayor de los diluvios.

Pasaron los días, te escribía, te quería. Pero el drama que pedías necesitaba silencio y entonces, comencé a grabar las cartas que no podía enviarte. Profilaxis sentimental, impaciente brillo de media Luna, delirios de tu boca justo antes de dormir...  Quizás así, aunque fuera por error, conseguían habitar tu oído haciéndolo mío por unos minutos. Pero el monte se hizo lava y nos quemamos, ardimos como hogueras en la playa, mis palabras se volvieron espectáculo para otros, que aplaudían cada vez que por hablarte, tenía que volver a recitarte. 

A veces ni siquiera amanecía en mi, otras en cambio me veía entre tus dedos y el sol brillaba como estrella única. Una sola frase tuya hacía de mi infierno un paraíso en donde esperarte en calma. 

Todo parecía tan poético, tan patéticamente trágico. Estaba naciendo tanta poesía de nuestro dolor... qué estupidez, no crees? Pero la pesadilla no acababa ahi..

Pero seguían pasando los días, llegó el Otoño y con él el frío de mi sin ti. Entonces me repetía una y otra vez nuestra promesa, y te amaba, te amaba tanto que era incapaz de no cumplirla. Pero tu ya la habías destrozado en mil pedazos, habías desparramado mi corazón por otras sábanas y te habías camuflado en la vulgaridad del no sentir (ni tan siquiera lástima.) Parecías otra persona, mi amor, te miraba y no lograba verte, solo conseguía atravesarme más y más en el puñal donde acunaba mis noches.

Dios... que pesadilla más horrible. 

El aire se volvía denso y suspirarte requería bocanadas de humo. Y de repente, un día, todo se había desvanecido. No sé exactamente cuándo, solo sé que estaba en casa y tú no estabas conmigo. Te escribí una carta, (....), qué idiota puedo llegar a ser enamorada. Te escribí una carta y fui al lugar donde te conocí: nuestro propio fin del mundo. Te esperé durante horas, no sé exactamente por qué o con qué esperanza, pero te esperaba. 

Y tú jamás apareciste.

Así que la dejé ahí, pensando que te pasarías en cualquier momento y la verías, y.. yo que sé, volverías.

Aquella noche fue un desastre, te borré y te sangré y te volví a borrar por miedo a salpicarte con mis miedos, y era irónico, pues estabas ya demasiado lejos para darte cuenta de que seguías siendo parte de las líneas que te escribía. Y aquello se quedó sin título...  fue algo así como un adiós, una despedida prematura, un final equivocado de lo que sería el principio de una vida sin ti. 

Mi amor, qué pesadilla tan indescriptible.

Supongo que en aquel momento, cuando se me apagó el corazón por completo, creo que sigue en tu cama desde aquella noche. Fue él quien dijo que lo dejase allí, en tu espalda, me dijo algo de tu pelo, de tu piel, me dijo algo de que quería besarte en la nuca cada vez que te viera temblar, y allí debí dejarlo... y allí debió seguir.

Era como si estuviese vacía por dentro: me faltaban tus ojos para ver, me faltaban tus labios para hablar, tus pulmones para respirar. 

Me faltabas tú para vivir.


Qué real lo presentía todo, qué dolor tan visceral, sigo temblando... dime tú algo, 

¿sigues ahí?
[Aquí sigo, pequeña... pero pronto sonará el despertador.. y es ya hora de abrir los ojos. Mañana, prometo volver a colarme en tus sueños..

...para que me sigas contando.]


Bajo la lluvia , equivocada

Llueve, mi amor, y ya no sé hacer otra cosa que imaginarte bajo la lluvia. Llueve, y ya no sé escribir si no es sobre mojado por si el viento no es capaz de llevarse las palabras. Las promesas de la Primavera se han ahogado a base de silencio y el tiempo no hace más que recordarme que tu olvido estallará en cualquier momento.

Dime dónde podría esconder las migajas de lo que siento para que no se las lleve la marea.. mar adentro. ¿En qué momento se rompieron las botellas donde guardábamos los recuerdos? Dime, porque ya solo quedan trozos de vidrio que se acumulan entre mis dedos cada vez que intento escribir tu nombre.


Dicen que hay más de mil maneras de morir, yo sólo te conozco a ti.

A ti a mi lado respirándome la piel, desordenando mis latidos, provocándome pequeños amaneceres hacia tus labios; ojalá fuera capaz de describirte cuánto quise besarlos aquella noche. Pero estabas tan en calma,

tan sin mi.

Tus manos rebosaban tanta paz y yo debía declararte tanta guerra; si fui a curarte las heridas fue tan sólo con el fin de seguir matándonos después.

"Jamás debiste haberte cogido aquel tren" -me dijeron al verme bajar de la estación en forma de piezas. Yo solo quería cortarme los pulmones con tus uñas, que el dolor me traspasara los huesos de tu recuerdo y retorciera mi clavícula hasta encontrar tu cicatriz. Quizás así, pudiese desde dentro cicatrizar la herida.

A veces te pienso y dejo de existir,

entonces el mundo tiembla y las nubes se echan a llorar creando un ejército de besos que golpean tu ventana. Déjate mojar un rato. Que no conozco imagen más bonita que cuando te vi brillar bajo la lluvia ni conozco escondite más seguro que aquel portal en mitad de la tormenta.

Tú quizás no lo sepas, pero anoche soñé contigo y en el sueño, te prometí que cada vez que lloviera me tendrías a tu lado, con los ojos cerrados y el corazón abierto. Exactamente igual que cuando te vi por última vez. Hoy llueve, diluvia en mi ventana y tú no estás. Pero créeme, yo estoy pegada a la tuya desde la primera gota que ha caído en tus manos.

Asómate a las nubes, mi amor, que no es agua lo que cae desde este cielo oscuro, son caricias y llevan todas tu nombre y la única misión de acariciarte a ti.

Ayudame a quererte en este Abril ácido, que pronto llegará el Invierno y aún tengo que encontrar las fuerzas para no dejarnos morir de frío. Deja tus manos enredadas en mi pelo, acerca de nuevo tu boca a mi cuello y susúrrame el silencio de todo lo que hoy nos estamos callando.

y es que dime, ¿de qué sirve callarnos la vida cuando así solo nos estamos matando?

Ojalá tuviera tus caricias esta noche, la fiebre inunda mi cuerpo y te escribo desde el sofá en donde debería estar acurrucada a ti. La cama parece más grande conforme más te alejas y ya ni siquiera puedo ver tu silueta cuando sale el sol.

Mis sábanas son hoy la definición exacta de una eternidad sin ti.

Cómo no morir ahogada si en cada verso alejas cualquier esperanza de rescatarnos.
Cómo, si tus manos han dejado de intentar nadar.

Las mías están cansadas, mi amor, apenas tienen fuerzas para acabar esta carta y pronto dejarán de intentar salvarte,


dame al menos aunque sea...


un  motivo para odiarte.

Supongamos que te echo de menos .....

Supongamos que te echo de menos...

¿Volverías?

Supongamos que...no hay día en que no me acuerde de ti, y cada vez que te pienso tenga que distraerme para poder parar. Supongamos que me atrevo a decirte algo.

¿Reaccionarías?

¿Crees que merece la pena empeñar mi orgullo? ¿Empeñar la poesía?

Supongamos.. que desaparece aquel mes, aquel fin de semana. Supongamos que aquello no acabó conmigo. Supongamos que quiero ir de nuevo a la estación e intentar captar una imagen mientras llega el tren.. y tú con el.

Y ahora... ahora yo supondré que tú aún no me has olvidado, que no has borrado ni una sola fotografía mía, ni un solo mensaje.. ni una sola carta.. que tu intención no era la de alejarme matándome poco a poco. Que aun queda esperanza, que no la hemos desperdiciado toda..



¿Marcarías mi número?



Son las cuatro de la mañana de cualquier día de enero y es tu silencio el único que ahora me despierta al caer la noche. Es tan difícil conciliar el sueño después de habértelo regalado a ti. A veces pienso en llamarte, o escribirte para que me lo devuelvas. Echo tanto de menos a la persona que solia ser antes de conocerte, antes de convertirme en la mitad de todo, de nada.

Sin ti me sobran la mitad de todos mis cigarrillos, los cinco minutos de más después de apagar el despertador, una cucharada doble de azúcar en el café, media botella de butano al ducharme. Me sobra la mitad de la cama, de la almohada, del sofá. Sin ti las películas las veo enteras y leer antes de cerrar los ojos ha dejado de ser mi estrategia para que me quitaras el libro, y siguiéramos con la poesía debajo de las sábanas.

Y sin embargo, te fuiste.

Y a mí solo me queda suponer que a ti también te sobran las mismas mitades, que tú también echas de menos mis manos cuando tienes frío, y que Madrid es la mitad de bonito sin nuestros besos en mitad de la Gran Vía.

Sigo parándome delante de cada tienda de libros viejos, pero ahora sin ti, por si te viera pasar. Sigo notando tu nombre en mi nuca cada vez que me recojo el pelo y sigo notando tus dientes en la cicatriz que me dejaste en la clavícula.

Ojalá decir que te grabaste en mi piel a fuego fuera solo una metáfora más.

Ojalá decir que te llevaste mi corazón... no fuese tan real.

Lo echo de menos, ¿sabes? echo de menos oírlo latir al otro lado de mi pecho. Acunarlo por la noche y leerle a Salinas para que cogiera el sueño.

Mi amor,
léele
a
Salinas,

que solo él sabe describir en verso,

lo mucho que a ti..

también
te
echo
de
menos..